Las mentiras del Gilifato

Artículo de opinión de Rubén Uría aparecido el pasado domingo 5 de septiembre en:

http://es.eurosport.yahoo.com/futbol/ruben-uria/article/14061

Dicen que una mentira repetida mil veces llega a convertirse en verdad. Exactamente eso ocurre con el Atlético de Madrid, que antes de Jesús Gil era un club histórico y que hoy es una sociedad anónima histérica. Con la complicidad de unos medios de comunicación, el silencio de otros y el apoyo pesebrero de la mayoría, el modelo Giles y Cerezos sigue campando a sus anchas. Hoy parece que a nadie le importa conocer cómo se produjo el genocidio del tercer grande de España, donde las tropelías cometidas por el clan gilista y sus satélites fueron atroces. Tal es el desinterés sobre lo que le hicieron al Atleti, que existen generaciones de atléticos, los más jóvenes, que desconocen cómo se fraguó la apropiación indebida del club. Un delito ya prescrito pero que fue, es y sigue siendo el mayor escándalo de la historia del fútbol europeo. Al grano: Para entender y asimilar cómo es posible que unos señores se apropiaran de un club de fútbol sin poner del dinero, baste con rescatar algunos fragmentos de la historia. Extraños aliados del mundo de las finanzas, la prensa y la política, contribuyeron a aupar a Gil padre para usar el Atlético como un trampolín para su fama y negocios privados. La piedra angular del Gilifato fue servirse del club colchonero para explotar "la mina de oro del Manzanares", a través de un holding de empresas. La familia Gil y Cerezo contaron con la inestimable ayuda de poderosos y extraños compañeros de viaje, los cuales asintieron con la cabeza, en su papel de cómplices, mientras el modelo Giles y Cerezos repetía, una y mil veces, una gran mentira. A fuerza de repetir sus mentiras, el pueblo se las creyó y las asumió como verdades absolutas y universales. Pero hemeroteca al canto, papeles y sentencias en mano, las mentiras de los Gil tienen las patas muy cortas. El mayor escándalo de la historia de nuestro fútbol se basó en una maraña de patrañas, donde la versión gilista-periodística decía una cosa y la realidad, los tribunales y las cuentas bancarias, decían otra cosa bien diferente.

Primer mentia, el fichaje de Futre. Gil padre siempre alardeó de que había conseguido el fichaje de Paolo Futre con su dinero. Rotundamente falso. Gil viajó a Oporto con un par de abogados, con Rubén Cano y el agente Roberto Dale, para convencer al presidente del Oporto. Tras horas de regateo, se fichó a Futre por unos 415 millones de pesetas más 100 para el jugador, casa y coche. Se le presentó a bombo y platillo, en la discoteca Jácara de Madrid. Esa operación relámpago fue crucial para que Gil llegara a la presidencia y derrotara en las elecciones a Sánchez de León. Gil sacó pecho y declaró que Futre era suyo, pero el contrato suscrito no decía eso. Más bien, decía lo contrario: "...El Club Atlético de Madrid se compromete a pagar 415 millones de pesetas por el fichaje de Paolo Dos Santos Futre...". El primer pago era de 115 millones. Y el segundo, de 300, a través de unas letras de cambio. Es decir, que el dinero que costó Futre lo pagaron los socios del club y no Gil, el cual sólo se puso de garante en caso de que la LFP no diera validez al fichaje. Por cierto, algunas fuentes cuentan que aquel traspaso, valorado en 415 millones, llegó a figurar en algunos informes del club como una operación de 589, un precio más inflado del original, tal y como recoge Juan Luis Galiacho en una investigación periodística.

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