La discusión va por barrios

Hace unos días fui invitado a participar en un debate en la Escuela Diplomática de Madrid sobre “Gestión Cultural Privada”, compartiendo mesa con amigos y compañeros de La Casa Encendida, La Fábrica y el Círculo de Bellas Artes. Interesante conversación sobre el papel de la cultura y sus gestores. Días después, en la Asamblea de la Asociación de Gestores y Técnicos Culturales de Madrid (Agetec), la discusión se centra sobre la actuación de algunos colectivos, en este caso culturales, que solo se movilizan cuando pierden parte de los recursos por el recorte de ayudas y subvenciones públicas. Un claro ejemplo de mercantilismo cultural. En la red social Linkedin hay confrontación de ideas sobre “El sector de la cultura y el movimiento 15-M”. Buena parte del debate se centra en la pretensión del Gobierno de Artur Mas de potenciar casi en exclusiva a las industrias culturales catalanas, en contraposición se ejemplariza con el modelo londinense que apoya económicamente solo a las producciones independientes y alternativas. Las artes escénicas comerciales no reciben ayudas públicas para su difusión. Algo que no ocurre aquí, donde casi la totalidad del teatro comercial recibe ayudas de los presupuestos públicos, mientras que muchas iniciativas emprendedoras, entre ellas salas alternativas que presentan autores, obras y compañías de riesgo, están en situación límite en muchos casos. La apuesta por la innovación y la diversidad cultural debe primar en las ayudas públicas.

Mientras el movimiento 15-M se manifiesta en el Congreso en plena discusión de la reforma laboral, en paralelo se celebran reuniones en los barrios madrileños para descentralizar acciones y participaciones. Si se consigue solo una parte de lo pretendido será un ejemplo a estudiar y debatir sobre formas de intervención y comunicación. En este sentido es francamente interesante el “Manual de marketing y comunicación cultural” del Observatorio Cultural del Proyecto Atalaya, coordinado por las universidades públicas andaluzas que repasa la comunicación de las entidades culturales más importantes del país. Destaca al festival Pirineos Sur como ejemplo de “apuesta por la especialización como valor de diferenciación”. Diferente también es el Premio “Por la Diversidad Cultural” que entrega La Fundación Mediterrània-CIE a personas y colectivos que trabajan a favor del acercamiento de las culturas, la integración de las mismas en otros entornos y la apuesta por una sociedad donde el diálogo prevalezca por encima de razas y procedencias, este año ha correspondido a la Asociación Cultural Fabricantes de Ideas / La Fábrica de Ideas.

La publicación del artículo de Juan Carlos Rodríguez Ibarra “La sociedad invisible” en El País es otro ejemplo de diversidad. Inmediatamente es tuiteado desde #acampadasol, produciendo un debate apasionado en Facebook sobre el papel actual de los partidos políticos y la forma de intervención de la ciudadanía en lo público. La opinión del político extremeño habrá sorprendido a más de un militante socialista, que utiliza argumentos similares a los de las televisiones ultras para descalificar lo que ocurre estos días en las calles.

Hacía años que no se producía un debate tan profundo de ideas y pensamiento en la sociedad española. La calle y la red en ebullición continua han conseguido que la política vuelva a tener el protagonismo perdido. Todos deberíamos alegrarnos por ello sin miedos ni recelos. La discusión va por barrios y sectores. Un modelo descentralizador ciudadano al que deberían mirar las élites políticas y comprender que no se deben poner limitaciones al avance democrático. La democracia representativa debe dar paso a la participativa, es la única alternativa a recortes de libertades y derechos. No poner las bases para ello nos conducirá al conservadurismo permanente.

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