Sobre la diversidad cultural

El pasado 21 de mayo se celebró el Día Mundial de la Diversidad Cultural para el Diálogo y el Desarrollo, a partir de una resolución de las Naciones Unidas de diciembre de 2002 tras la adaptación de la Declaración Universal de la Unesco sobre Diversidad Cultural el año anterior. En el presente año Naciones Unidas ha animado a que se aumente la conciencia mundial sobre la importancia del diálogo intercultural, la diversidad y la inclusión, a la construcción de una comunidad de individuos comprometida con el apoyo a la diversidad a través de gestos verdaderos y cotidianos y a combatir la polarización y los estereotipos para mejorar el entendimiento y la cooperación entre la gente de diferentes culturas.
Cada vez es más evidente que la globalización ha originado y está originando más desigualdad y desequilibrios de todo tipo, poniendo en evidencia a los que reclaman de ella justo lo contrario. Una globalización en lo cultural promueve la uniformidad y el consumo masivo de productos de escaso o nulo interés, basado en estrategias económicas que generan grandes beneficios en Estados Unidos, Japón y en menor medida Europa, desarrollando tecnologías como herramientas de distracción, divertimiento y evasión, expoliando la creatividad, la realidad y la diversidad de muchos pueblos -la Unesco calculó en su día que más de 6.000 lenguas pueden desaparecer- o promoviendo leyes que impiden el desarrollo y difusión de la creación, el aprendizaje  y el conocimiento.
Una globalización que se sirve de las industrias culturales (libros, cine, música…) para el control ideológico, transmitiendo mensajes uniformes y únicos, instrumentalizando a los medios de comunicación, poniéndolos al servicio de intereses económicos y políticos muy concretos, renunciando a la información veraz, objetiva y crítica. Una globalización que promueve el “ellos” y el “nosotros”, que justifica lo indefendible, criminalizando la disidencia y la pluralidad. Una globalización contra la democracia y las personas, contra los pueblos y las identidades.
Apostar por la diversidad cultural es hacerlo contra el dominio ideológico del mundo, por la supremacía de la política sobre la economía, por la creación de comunidades y sociedades plurales y participativas, contra todo tipo de discriminación social o individual.
Somos un estado de naciones, la pluralidad y diversidad es una de nuestras grandes riquezas nunca protegida, respetada y valorada, siempre empeñados en buscar supremacías y falsos liderazgos.  Identidad multilingüística, comunidades diferenciadas y culturas que van más allá de cuestiones territoriales, formando parte de una historia colectiva que no se puede obviar, silenciar, y mucho menos desconocer y renunciar, un patrimonio que debe enorgullecer. Nunca hemos valorado la riqueza que supone nuestra diversidad, lo contrario que ocurre en otros países tan próximos y lejanos como Colombia, Brasil o México, reduciéndola a simples estereotipos promovidos desde la intolerancia por personas con valores extremos y de poca catadura moral. Comentarios y opiniones previos a la final de Copa de Fútbol entre el Barça y Athletic son un ejemplo reciente de ello.
La diversidad cultural hay que promoverla todos los días, como hacen algunas instituciones como la Diputación de Huesca con festivales como Pirineos Sur, la AECID y múltiples asociaciones, ONG`s y colectivos de todo tipo, debe ser un reto permanente e irrenunciable. Una de las mejores maneras que podemos utilizar contra todo tipo de exclusión es profundizar en ella, en sus valores. Una excelente herramienta para enfrentarse a supuestos antagonismos que solo esconden intereses muy determinados para alejarse de tergiversaciones y manipulaciones tan habituales en nuestros días. Un modo de aprender, crecer y enriquecerse cotidianamente. Una forma de entender la creatividad con un carácter diferente. Uno de los grandes retos para promover otro mundo.

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