Baile de negros en Lanuza



Texto: José Manuel Gómez (crítico musical del diario El Mundo y la revista Tiempo)
Fotografía: Jacques Valat. Santiago Auseron en el backstage del festival.
Hay pocos artistas como Santiago Auserón  capaces de presentar una gira a partir de una idea, un concepto. En este caso La Zarabanda, el baile de negros, que fue denostado y prohibido en nuestro siglo de oro, y trasladar la idea a nuestro siglo XX.
Con este presupuesto, Auserón pudiera haber rescatado las canciones de Radio Futura (“Un africano por la Gran Vía”) pero hace años que su aventura como Juan Perro le lleva por otros caminos. Así que se trata tanto de ver qué repertorio hace y cómo lo hace. Como además era noche de estreno, a las dudas habituales, se sumaron las sensaciones de Santiago embargado por sus propios  recuerdos de infancia: “crecí en un valle cercano” confesó en el momento álgido de un concierto que comenzó con una cita de Miguel de Cervantes y buscó “los rumbos de la rumba” (en la atinada definición de Enrique Romero).
Es la primera vez que Juan Perro se atreve con un guaguancó, el fino arte en el que el verso en español cuaja de forma duradera con el tambor. Una rumba que algunos llaman de “tiempo España” puesto que se forjó en Cuba antes de 1898 y que vivió momentos de persecución cuando los primeros gobernantes criollos de la República prohibieron los tambores. El intelectual Santiago Auserón se inventó a Juan Perro para atreverse a estas cosas. A continuación encajó cuatro canciones de su último disco “Río Negro”en el que viaja a Nueva Orleans a las raíces del jazz y el primer rythm & blues. Canciones que suenan enriquecidas por unos arreglos de metales que han digerido el “toque latino” que detectaron los estudiosos en los pioneros del jazz.
Una banda que se empeñó en  crecer en la recta final con la presencia del tres flamenco de Raúl Rodríguez, un artista mayúsculo que le añade a la sonoridad del cubano Pancho Amat, los secretos de los saberes flamencos del pasado y del futuro.
Juan Perro maneja diversas sonoridades, a ratos la orquesta de salón (lounge, lo llaman los amigos de las tendencias) a ratos el boogaloo, pero para sorpresa de todos lo que funciona como mecanismo bailable es el mambo, “qué rico el mambo” así hasta llegar al “paseo de la negra Flor” y acabar con un “watermelon man” el tema de Herbie Hancock que Santiago hace en la versión de Mongo Santamaría, pero sin los gritos de La Lupe. Emoción doble, para las meninges y los zapatos.
Abrió la noche y el festival el grupo portugués Terrakota que hizo un completísimo viaje por África Negra con algunas paradas en la India, habrá el que pregunte qué pasa cuando cinco chicos blancos hacen música negra. La respuesta es sencilla, lo mismo que ocurre en el jazz, en el funk y en el soul.  

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