El Sur de Europa, de Cádiz a los Balcanes

Por Paco Valiente. Director “Los sonidos del planeta azul” UPV Radio (Valencia) www.lossonidosdelplanetaazul.com
Fotografía: Jacques Valat
Para ilustrar la noche de Pirineos Sur bajo el título de “El Sur de Europa” el Auditorio Natural de Lanuza acogió dos artistas de larga trayectoria, de sobrado prestigio y con espectáculos bien diferentes. De la placidez caribeña de la bahía de Cádiz a la explosiva Serbia. De las composiciones sensuales, oníricas y bohemias del compositor, arreglista, guitarrista y cantante Javier Rubial, al desenfreno, el descaro y la fiesta balcánica del polifacético Emir Kusturica y su inseparable The No Smoking Orchestra.
Rubial fue el primero en subir al escenario flotante del festival para abrir una hermosa noche fría y estrellada. La orilla tranquila del embalse de Lanuza sirvió de playa para acoger los primeros temas del gaditano, piezas que hizo acompañándose tan sólo con su guitarra: baladas con su forma inconfundible de contar, cantar y gozar, donde el flamenco, las músicas mediterráneas y el jazz tejen arreglos únicos; un repertorio que fue ganando en rítmica conforme se sumaba el resto de la banda, con Iñaki Salvador en los teclados. Tocado de sombrero, traje negro, elegante y galán, sus composiciones cuentan historias que se hacen universales, donde la pasión juega un papel crucial, relatos donde sus muchos seguidores encuentran reflejo de sus propias vivencias o aquellas que les hubiera gustado vivir. Pero también momentos para el compromiso recordando, el mal trance en el que el país está inmerso, mención al maltratado y olvidado pueblo saharaui o en las penurias llevadas con dignidad del pueblo cubano.  Y en las primeras filas, las más próximas al agua que separan el escenario, no pocos seguidores de Javier Rubial le secundaban en los coros. El frío de la noche bajo mole pétrea de la Foratata fue más llevadero con la voz cálida de Javier Rubial, clase, genio y figura de un arte que borda con primor, buen gusto de artesano con oficio y curtido en mil escenarios a lo largo de tres últimas décadas.
Y tras la calma, el gusto por el detalle, el arreglo justo para cada composición, regresaba a Pirineos Sur la tempestad balcánica y su desmesura. El auditorio para entonces, ya próximos a la media noche registraba una notable afluencia de un público predispuesto a dejar a dejarse llevar por la fiebre del “Unza Unza time”. ¡Despertad de vuestro aburrido sueño! dice en un momento la letra de este celebérrimo grito de Emir Kusturika & The No Smoking Orchestra. Lo que hasta entonces fue un escenario placido tornó en desenfreno desde el primer momento y ya nadie parecía recordar que la noche seguía siendo fría y la sensación térmica estaba a la baja. Kusturica no tardó en invitar a las primeras filas a que subieran al escenario para coordinar una improvisada coreografía que él mismo serbio dirigió, tan surrealista como sus premiadas y populares cintas, por recordar su “Gato Negro Gato Blanco” o “El tiempo de los gitanos”. Número circenses mostrando habilidades con el violín o cambios de ropa sin dejar de tocar el instrumento. El tránsito entre tema y tema  interludios entre número y número donde no dejó de sonar algunos compases de la reconocible “Pantera Rosa” que servía de transito a otra delirante composición recreando temas tradicionales de la ex Yugoeslavia para lucir su máxima expresión festiva, hilarante y carente de cualquier detalle medido. A todo esto, las gradas eran una fiesta donde el éxtasis colectivo celebraba lo irreverente de una actitud punk y descarada.

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