12 de octubre: dos marcas "España" antagónicas

En las últimas semanas he intentado escribir sobre temas culturales, de comunicación o relacionados, sin llegar a conseguirlo. Es imposible obviar lo que ocurre cada día, lo próximo, lo cercano, lo real. El banco norteamericano JP Morgan publica un gráfico enfatizando que vivimos la mayor crisis desde la Guerra Civil, por una caída de la economía sin precedentes. El FMI reconoce que las medidas emprendidas van a producir en España y Grecia la mayor caída mundial del PIB, y el Presidente del Eurogrupo Jean-Claude Juncker manifiesta que “Rajoy está recortando incluso más de lo que pide la UE”. Ante ello no parecen aflorar propuestas alternativas claras y esperanzadoras, lo que está originando un desánimo colectivo muy difícil de recuperar.
Hoy aprovechando que es nuestra llamada Fiesta Nacional, aunque me quede en la cama igual, es un momento propicio para hablar de ello, comentando alguna de las medidas impulsadas por nuestro gobierno para mejorar nuestra imagen internacional.
Una de las estrategias para la recuperación pretendida es crear la marca “España”, involucrando en ello a la Jefatura del Estado. Los resultados no se corresponden con los recursos empleados. Una marca solo es efectiva si es creíble, legítima, coherente, y si tiene valores que la identifiquen y que la diferencien, buscando la involucración, la afectividad y la emoción.
España no es creíble. La prensa internacional se hace eco de las contradicciones, dudas y misterios gubernamentales, que están haciendo perder toda nuestra credibilidad entre los países más poderosos y los organismos económicos que dictan las pautas. Los que habían visto un cambio parcial en las relaciones internacionales comprueban que la labor se derrumba con recortes a la cooperación, impidiendo concluir y desarrollar programas en África, Asia y América Latina. Cantidades que representaban muy poco de nuestro presupuesto global pero imprescindibles, y que contribuirían a que la marca España fuera muy valorada. La tasa de paro juvenil y la afirmación ministerial de que más de un millón de personas va a tener que emigrar sin hacer nada por remediarlo, no contribuyen a dar una imagen positiva.
La marca tampoco es legítima, ni coherente. No lo es por no ser asumida por la mayoría de la población –algo imprescindible para su éxito– que comprueba a diario que el programa electoral con el que el Gobierno llegó al poder, no tiene nada que ver con lo que está realizando, siendo solo coherente con los afines ideológicamente, primando su partidismo sobre el interés general, generalizando medidas y decisiones contra los más débiles.
Una de las mejores herramientas para crear afectividad y complicidad con una marca es la cultura, todas las grandes corporaciones intentan apostar por ella, aunque sea desde una óptica exclusivamente comercial. Las medidas emprendidas por el ejecutivo van a conseguir que pase a representar de un 4% estimado de nuestro PIB a una cantidad casi residual, castigando su consumo, compitiendo en desigualdad con productos análogos del exterior con un IVA mucho más reducido, cerrando sedes del Instituto Cervantes, disminuyendo las ayudas públicas, obviando a creadores y a millones de trabajos con licencias libres, que nos han convertido en el primer país del mundo en su utilización. Mucho talento que tendrá que buscarse la vida en el exterior, igual que investigadores, arquitectos, educadores y profesionales de valía contrastada.
La verdadera marca de España, la que se está transmitiendo en el exterior, es la de movimientos que se esfuerzan en mostrar alternativas, propuestas y soluciones, donde priman las personas y lo colectivo, donde trabajo y aprendizaje van unidos, promoviéndose una renovación en la acción, la gestión y la participación. Marca exitosa al ser apoyada por la mayoría de la población, muy alejada de la gubernamental, a pesar de los esfuerzos por aislarla y criminalizarla por una clase política muy poco sensible hacia la dura realidad, y que debería tomar medidas urgentes para intentar atajar el que la ciudadanía no viera en ella a uno de los grandes problemas de nuestro país.

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